El mundo mide tu valor por tus logros, tus errores o tu apariencia. Dios te valora por lo que Él depositó en ti. Cuando recuerdas quién eres en Él, la inseguridad pierde poder.
Lectura: Salmo 139:13–14
“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. Te alabo porque soy una creación admirable; tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien.”
Reflexión:
Tu valor no cambia cuando fallas, porque no depende de lo que haces, sino de quién te hizo.
Dios te creó con propósito, te llamó por tu nombre y te miró con amor antes de que hicieras algo para “merecerlo”.
Cuando te miras con Sus ojos, la comparación se desvanece y la confianza renace.
Acción:
Escribe 3 cosas buenas que Dios ha hecho en ti o a través de ti. Léelas en voz alta y agradece.